Rajoy se alió con Merkel tras sentirse engañado en el rescate a la banca por Italia y Francia.
El presidente
Mariano Rajoy admitió ayer por primera vez la posibilidad de pedir ayuda al
Fondo de Estabilidad Europeo, después de que el jueves respondiera a la gallega -que ni sí ni no, sino todo lo contrario-. Con varias semanas de retraso, hizo balance de sus seis primeros meses, intentó explicar por qué recorta lo que recorta con mayor o menor fortuna; aceptó que en eso se pueda discrepar, aunque no en la perentoriedad de hacerlo, y asumió que
su misión es reconducir el déficit de las Administraciones Públicas, de las que dijo que es el responsable ante los ciudadanos y ante el mundo. También se refirió a los esfuerzos y al sufrimiento de los ciudadanos y de las empresas y dejó claro que es
imprescindible.
A buen entendedor, pocas palabras. Perdido el pulso político por el sentimiento de la gente de la calle (su cuota de popularidad cae a velocidad de vértigo), al presidente no le queda más remedio que
hacer los deberes y esperar a que escampe, con la esperanza de recoger la cosecha al final de la legislatura. Él mismo apuntó que no será igual hacer balance de seis meses que de cuatro años.
Excelente. Es el primer político que parece decidido a gobernar pensando en el futuro de España, en lugar del de su partido o del suyo propio.
No estoy de acuerdo con algunas medidas que ha tomado (subir el IRPF antes que el IVA, por ejemplo) ni, sobre todo, con el tiempo que ha tardado en tomarlas. Pero es verdad que
por lo menos gobierna, no como Zapatero, que se dedicó a gastar lo que no teníamos.
El problema ahora es que
nos encontramos inmersos en la tormenta perfecta, con el euro en peligro de fragmentarse y la economía española a la deriva, y es necesario ganar tiempo para que los ajustes surtan el efecto esperado. Por eso es esencial el
programa de recompra de deuda para el próximo año o año y medio. Un periodo razonable para ver si España cumple sus objetivos y recupera la confianza de los inversores extranjeros.
Rajoy ha entendido, por fin, que es mejor reconocer los problemas y acometer soluciones drásticas para atajarlos que esperar a que se pudran. Por eso
los mercados premiaron ayer sus palabras con una recuperación bursátil equivalente a todo lo perdido el día anterior y una rebaja de 50 puntos en la maldita prima de riesgo.
En realidad, como viene anunciando
elEconomista desde hace semanas,
no le queda otra salida que acudir al fondo de rescate, porque la caída de la economía española el próximo año entre el 1 y el 1,5 por ciento, como consecuencia de los recortes, no nos permitirá financiarnos.
El problema de la deuda absorbe en estos momentos prácticamente toda la agenda de Rajoy. Preguntado el jueves pasado si estaba en conversaciones con otros miembros del euro, contestó que ha realizado 17 viajes internacionales, la mayoría al resto de Europa; que la crisis ocupa la mitad de su tiempo (se quedó corto), y que los contactos de todos con todos son continuos y constantes.
El Gobierno se ha percatado, por fin, de que
lo mejor es cerrar filas con Alemania. Las relaciones con la Italia de
Mario Monti son estrechísimas, pero en Moncloa consideran, con buen criterio, un error formar un frente común contra Merkel. Los mandatarios italiano y español eludieron pronunciarse sobre si iban a crear una alianza durante su conferencia de prensa.
Los españoles se sintieron traicionados por italianos y franceses cuando los alemanes cambiaron las condiciones para el rescate de la banca sin que mediara palabra de apoyo del resto. Como se sabe, la asistencia iba a provenir directamente de Europa, pero finalmente computará como deuda española hasta que esté en marcha la unión bancaria -es decir, como mínimo dentro de un año-. La lección es clara:
lo mejor es pegarse a Berlín, que dicta las normas.
Además, la relación del primer ministro italiano con la canciller se deterioró muchísimos después de que éste amenazara con dimitir en vísperas del consejo de los pasados 28 y 29 de junio. Sin embargo, la de Rajoy va viento en popa. Los contactos entre los Ejecutivos de Madrid y Berlín se han intensificado en las últimas semanas.
Entre los temas que centran las conversaciones está la
modalidad de ayuda a la economía española. Una de ellas consiste en
avalar con el fondo europeo toda la deuda que supere el 60 por ciento del PIB, como adelantó
elEconomista esta semana. En la cumbre prevista para el 6 de septiembre se podrán ver las primeras muestras de esta
nueva amistad.
A ello contribuye de forma decisiva el
lobby de empresarios alemanes en España. Siemens, Volkswagen, Mercedes u otras empresas industriales como Bosch o ThyssenKrupp tienen presencia centenaria.
Los últimos datos sobre las exportaciones germanas han alertado a su Gobierno de que una quiebra de la economía española tendría consecuencias nefastas para ellos. Rajoy anunció ayer que por primera vez podría terminar el año con una balanza comercial positiva para España. Esto es debido a la drástica caída de la compra de productos alemanes más que al furor de las exportaciones.
Entonces, ¿por qué los mercados reaccionaron de manera tan negativa ante las palabras del presidente del BCE, Mario
Draghi, e interpretaron que dio un paso atrás por la presión alemana? Draghi culpó directamente al máximo ejecutivo del Bundesbank,
Jens Weidmann, de ser el único miembro del consejo de la institución que puso reservas a una intervención sin límites en el mercado abierto, a la par que insistió en el cumplimiento estricto del mandato sobre la estabilidad de precios en la eurozona. La adquisición de deuda de Italia o España generaría
inflación.
Una cosa es el Bundesbank y otra el Gobierno germano. ¿Cuál es el criterio al respecto de Merkel y de su ministro de Economía, Wolfgang
Schäuble? El estricto control sobre la inflación es una constante de los dirigentes desde los años 30. Merkel suscribió una declaración conjunta con el presidente francés, François
Hollande, en apoyo de la irreversibilidad del euro. Ambos dirigentes reiteraron su defensa de los acuerdos de la cumbre del pasado 29 de junio, que mencionan la necesidad de acogerse al fondo para la adquisición temporal de deuda hasta que entre en vigor el futuro mecanismo de rescate. Rajoy no tiene otra alternativa. Los alemanes están dispuestos a no pedir, de momento, más ajustes -como avanzó el FMI-, siempre que se embride a las autonomías, como insistió el presidente.
El papel del ministro de Hacienda, Cristóbal
Montoro, es crucial, y la
introducción de un techo de deuda para aquéllas está relacionado directamente con el aval que pide España para la suya. Si todo va bien,
habrá 300.000 millones hasta finales de 2013, pasados los comicios alemanes. El tiempo que pide Rajoy.